Entrevista a Beatriz Fallanza
Enfermera especialista Obstétrico-Ginecológica

Beatriz Fallanza Oviedo tomó el camino directo para ser matrona. Toda su formación fluyó sin interrupciones: tras su paso por Escuela de Enfermería de Valdecilla (1994), se especializó en San Sebastián —en la primera promoción EIR de Enfermería Obstétrico-Ginecológica (1994-1996)—, y ese mismo año encontró su primer destino como matrona en Logroño, donde decidió establecerse y desarrollar toda su carrera.

Experimentadísima profesional, durante treinta años ha velado por la salud y el bienestar de las mujeres riojanas, acompañándolas primero en el ámbito hospitalario, en la Unidad de Partos, y ahora en atención primaria, concretamente en el Centro de Salud La Guindalera de Logroño.

En Enfermería en Vena hemos charlado con ella sobre la menopausia. Desde su formación como matrona y desde su propia experiencia como mujer, nos ha ofrecido una mirada única que combina conocimiento profesional, empatía y vivencia personal.

P. En general, la sociedad asocia a la matrona con el embarazo y el parto, aunque su labor va mucho más allá, acompañando a las mujeres a lo largo de todas las etapas de su vida. ¿Por qué cree que es tan desconocida esta faceta de la matrona?

R. Porque tradicionalmente se nos ha identificado con esa función. Antiguamente, a las matronas se nos llamaba “profesoras de partos” e incluso, antes de la unificación de la enfermería, nos colegiábamos de forma diferente a las enfermeras. Con la aprobación de la especialidad pasamos de ser matronas a enfermeras especialistas en Obstetricia y Ginecología. Esto amplió nuestro marco conceptual y empezamos a formarnos y trabajar en otras áreas como la contracepción, la prevención del cáncer y la educación para la salud sexual y reproductiva. Cuando las Comunidades Autónomas asumieron las competencias sanitarias, no todas las gestionaron del mismo modo. Al llegar a La Rioja, observé que aún se mantenía una visión muy centrada en la matrona obstétrica. Por eso fue un gran avance la creación de la Unidad de Salud Sexual y Reproductiva, de un valor extraordinario.

P. ¿Cree que la formación especializada y la actividad asistencial de la matrona deberían integrar más conocimientos sobre la atención durante el climaterio?

R. Creo que nuestra formación ya la contempla. Somos enfermeras especialistas en Obstetricia y Ginecología, y esa formación nos capacita para atender a la mujer en todas las etapas de su vida: desde la adolescencia y el inicio de la edad fértil hasta el final de la vida reproductiva, e incluso más allá, siempre que la mujer lo solicite. Evidentemente, debemos actualizarnos constantemente, ya que la investigación avanza cada día. Hemos recibido una base sólida y, a partir de ahí, cada una decide profundizar y formarse según los nuevos descubrimientos, ya que nuestro trabajo se basa en la evidencia científica.

Sobre la menopausia se publica muchísimo. Intentamos formarnos lo mejor posible para responder a las dudas de las mujeres según lo que realmente desean saber. También participamos en los programas de prevención del cáncer ginecológico y de salud reproductiva. Y eso me alegra muchísimo, porque el hecho de que haya aumentado nuestra presencia en la sociedad para ayudar a la mujer quiere decir que se reconoce nuestra formación.

«Si una mujer te dice que no está bien, aunque sus análisis sean correctos, hay que escucharla»

P. ¿Debería existir una consulta específica de atención a la mujer con matronas especializadas en menopausia? A menudo las mujeres se quejan de que no se les da espacio ni tiempo suficiente para expresar lo que les ocurre.

R. A nivel personal, cada una puede sentirse más atraída por un ámbito u otro, pero desde el punto de vista formativo todas estamos preparadas: en menopausia, reproducción, prevención del cáncer, etc. Puedes dar un consejo breve de sexualidad. No eres sexóloga, ni eres ginecóloga, ni eres psicóloga, ni psicoterapeuta, simplemente como matrona. Esa es la formación estándar que tenemos todas. Otra cosa es que, por las circunstancias personales o laborales —por ejemplo, si trabajas en una zona con población mayor—, te centres más en la menopausia; o si trabajas en un entorno con alta tasa de embarazos y mujeres jóvenes, enfoques tu labor en la contracepción y la salud sexual.
Luego está el interés personal: si en mi zona veo una necesidad, con mujeres de 45 a 65 años interesadas en saber más sobre esta etapa, debo esforzarme en ampliar mis conocimientos y ofrecerles el apoyo que demandan. Siempre dentro de mi marco profesional como enfermera obstétrico-ginecológica.

P. Tú misma has promovido un grupo de acompañamiento en el climaterio para mujeres de entre 45 y 65 años. ¿Qué te motivó a poner en marcha esta iniciativa?

R. Sí, y me incluyo en el grupo como una más. Nos reunimos el segundo lunes de cada mes. Me motivó visibilizar nuestra situación y ayudar a otras mujeres, informándolas sobre los cambios que experimentarán en este proceso y sobre todo aquello que necesiten saber.

«Ahora se nos llama “Charos”; antes éramos “Marujas”. No sé si hemos ascendido de categoría, porque Maruja
suena a la señora con la fregona y Charo a una mujer arreglada»

P. ¿De qué se habla en ese grupo?

R. De todo lo que nos preocupa en esta etapa por la que estamos pasando: de cómo cambia la sexualidad y el cuerpo, de cómo nos sentimos, de cómo a veces se nos percibe como si ya fuéramos “un poco viejas”. Como facilitadora, les ofrezco información científica sobre las causas, procesos y síntomas de la menopausia —físicos, psíquicos, emocionales y psicosexuales—. También aporto ideas y recursos para el autocuidado, y entre ellas mismas también se intercambian información, cada mujer cuenta a qué recurre ella, a veces son cosas tan sencillas como tener un grupo para hablar. Tener un grupo de amigas es muy importante. Muchas mujeres buscan integrarse, pertenecer a algo. La de integración es una necesidad humana, y si una ha perdido su red de amigas, debe buscar nuevas alternativas.

«Las terapias tienen que ser individualizadas. No puedes tratar igual a todo el mundo»

P. Todas las mujeres pasaremos por este proceso biológico, una “montaña rusa hormonal” en la que cuerpo y mente se ven afectados por igual. ¿Qué nos sucede realmente? ¿Nos convertimos “un poco” en otras personas?

R. Pues sí, porque cada etapa vital nos deja aprendizajes y experiencias que pueden cambiar nuestra forma de actuar y de ver la vida. Somos lo que hacemos.

P. Las molestias de la menopausia son síntomas que solo los siente la mujer. ¿Es quizá por eso que no se nos hace mucho caso, porque no se pueden “demostrar” o medir?

R. Los sofocos se podrían ver —estás empapada—, pero el desasosiego no se puede medir. Es cierto que no siempre se nos ha escuchado, quizá porque los síntomas son subjetivos. Imagina una mujer que va al médico y dice: “me duele aquí, no duermo bien”, y nadie le pregunta si sigue menstruando o si nota cambios en su ciclo. Sería una buena pregunta para empezar. A veces es la propia mujer quien evita hablar del tema. Sin embargo, hasta el 70% de las mujeres —este dato se aportó en las últimas jornadas de la Sociedad Española de Estudios para la Menopausia— estarían dispuestas a hacerlo si les preguntaran.

La soledad y el impacto psicológico

P. ¿Nos conformamos con que nos escuchen?

R. Hay mujeres que dicen “vale, me has escuchado ¿y qué tengo que hacer para estar mejor?”; otras dicen “bueno, pues ya te lo he contado”, es decir necesitaban desahogarse. A veces buscamos consejo aun sabiendo ya lo que haremos, solo para reafirmarnos.
Cuando preguntas “¿qué es lo que más te molesta?”, descubres que muchas temen simplemente envejecer.

«Quejarse desahoga muchísimo»

P. ¿Quejarse desahoga?

R. R. Sí, quejarse desahoga muchísimo. En esta etapa vivimos grandes cambios: la relación de pareja puede transformarse; a veces perdemos seres queridos o cuidamos familiares enfermos; los hijos se van de casa… y surge la pregunta “¿y ahora qué hago?”. Te dicen “búscate un hobby”, pero no es fácil cuando tu vida ha girado en torno a la casa y la familia. En ese estado de readaptación de todo tu entorno y de tu vida a veces no sabemos ni para dónde tirar, y alguien te dice que te apuntes a un grupo a bailar, a esta u otra cosa “¿y con quién voy?”, no conoces a nadie, te sientes cohibida.

P. Expresiones como “está menopáusica perdida” ¿es sabiduría popular o una falta de respeto?. ¿A qué se debe esa connotación despectiva: edadismo, prejuicios, creencias erróneas…?

R. Ahora se nos llama “Charos”; antes éramos “Marujas”. No sé si hemos ascendido de categoría, porque “Maruja” suena a la señora con la fregona y “Charo” a una mujer arreglada. Mientras estamos calladas, no molestamos. Cuando nos hacemos visibles, sí. Es así de simple. En redes —que apenas miro— noto cada vez más agresividad y menos empatía. Cuanto más mayores, más invisibles: para trabajar, para la publicidad… Bueno, de esta última no puedo hablar tanto porque ahora hay mucho merchandising.

P. Precisamente la menopausia es muy protagonista. Se ha pasado del silencio a estar omnipresente en medios, publicidad y redes, con un bombardeo sobre qué hacer o tomar: soja, pesas, cremas y geles para la sequedad, para el pelo, para la memoria…

R. Es normal: somos una brecha de mercado muy atractiva. No le vas a decir a una mujer de 45 a 60 años “quédate como estás”, sabiendo el poder adquisitivo que puede tener. Hay muchos productos y servicios dirigidos a nosotras, y está bien, pero deben adaptarse a cada caso. Si no tienes un cuerpo normativo, si sufres obesidad, limitaciones físicas o problemas de salud mental. ¿Cómo encajas ahí? Todo debe individualizarse.

Terapia Hormonal Sustitutiva

P. Tras ser muy aplaudida antes de 2002 y luego desacreditada, ahora la THS vuelve a considerarse segura y eficaz. ¿Se está recetando de nuevo?

R. No es que se desacreditara, sino que se comprendió que había que individualizar los tratamientos según la edad y el estado de salud de cada mujer, lo cual es muy positivo.
Se descubrió que no debía aplicarse a mayores de 50 años por el aumento de riesgo de cáncer de mama hormonal. Ahora existen fármacos que, sin ser hormonas, actúan sobre los mismos receptores estrogénicos y resultan muy eficaces —en mujeres menores de 50— para mejorar los síntomas que afectan a la calidad de vida, como los sofocos. Hoy los tratamientos se centran más en mejorar la calidad de vida, abordando síntomas como la atrofia vaginal o los sofocos.
Si una mujer dice que se siente bien, es que tiene buena calidad de vida; pero si dice que no, aunque sus análisis sean correctos, hay que escucharla. Su “no me encuentro bien” debe interpretarse como una señal de que su calidad de vida no es buena. Por eso ahora se valoran más los indicadores de calidad de vida. En España se está utilizando mucho la Escala Cervantes, que evalúa aspectos físicos, emocionales y sexuales para ajustar mejor el tratamiento.

«Tener un grupo de amigas es muy importante. Si una ha perdido su red de amigas, debe buscar nuevas alternativas»

P. ¿La utilizas en tu consulta?

R. Sí, porque me ayuda a identificar las necesidades de cada mujer. Puede que una mujer que siempre ha estado bien ahora necesite no solo a la matrona o al ginecólogo, sino también apoyo psicológico. Entre un 30 y 60% de las mujeres con antecedentes de depresión pueden recaer durante la menopausia, y hay que tenerlo en cuenta.
Me preguntabas antes si se demonizaba la hormonoterapia, pero también los psicofármacos, y no debería ser así.  A veces les digo a las mujeres: “quizá necesites un psicofármaco en esta etapa; plantéatelo, puede formar parte de tu proceso”.  Eso asusta, pero no implica para nada que se estén minimizando sus problemas.

P. ¿Cuál crees que es el síntoma más incapacitante de la menopausia?

R. Los sofocos, la niebla mental – la sensación de pérdida de capacidad cognitiva es horrible- y el síndrome genitourinario. Estos son los que mencionan la mayoría de mujeres como los que más alteran su calidad de vida. Las que tenían patologías previas, como incontinencia urinaria, osteoporosis, está claro que les van a empeorar. Por eso las terapias tienen que ser individualizadas.  No puedes tratar igual a todo el mundo.

«Que no tengan miedo de preguntar ni de hablar. Lo que no se dice, no existe.
Y que no se hagan más invisibles de lo que ya somos»

P. ¿Cuál es la paciente más joven y la de más edad que ha atendido en menopausia?

R. Las más jóvenes, de 38 y 39 años; la mayor, de 72.

P. ¿A los 70 aún hay molestias?

R. Sí, las hay. Esa mujer no tenía sofocos, pero sí osteoporosis, que se evidencia con los años. No todas necesitamos tratamiento, pero sí prevención. Factores como la genética, la actividad física, una vida saludable, dejar el tabaco y reducir la cafeína mejoran mucho la calidad de vida. Los sofocos son los más molestos si duran más de lo habitual —cuatro o cinco años—. Si se prolongan más de diez, habría que valorar si realmente son sofocos o reacciones de otro tipo

P. ¿Crees que nuestras madres y abuelas se escandalizarían al vernos hablar tan abiertamente de la menopausia?

R. Mi madre siempre decía que le faltó información.  La menopausia era un tema íntimo, casi secreto, del que apenas se hablaba, solo entre mujeres. La vida de la mujer era incómoda.

P. ¿Qué mensaje mandas a las mujeres que atraviesan este proceso?

R. Que no están solas, que existen recursos —a veces desconocidos— que pueden ayudarles mucho. Que no tengan miedo de preguntar ni de hablar. Lo que no se dice, no existe. Y que no se hagan más invisibles de lo que ya somos.

ACLARANDO CONCEPTOS

Menopausia: Se considera que estás en menopausia cuando han pasado 12 meses desde tu última regla.

¡IMPORTANTE!: La analítica ayuda a confirmar la menopausia, pero la prueba fehaciente son los doce meses sin regla. A partir de ese año, cualquier sangrado ya no se considera menstruación, sino hemorragia. Es excepcional y hay que consultar con el médico.

Climaterio: lo que rodea a la menopausia, oscila desde 5 años (perimenopausia) antes hasta 5 años después.

El Colegio de Enfermería de La Rioja no se hace responsable de las opiniones expresadas por las personas entrevistadas.